El condominio es enorme. Piso 28. La torta era casera. Raúl sopló y con
mi señora aplaudíamos. Estaba lleno de gente, había pisco. El regalo
cayó bien. Alejandro hablaba cosas divertidas de la gente y no
conocíamos a nadie, pero reímos. Alejandro es gay y no importó. Lo
pasamos bien. Bajando, se despidió de abrazo. En el jardín del
condominio, entre los edificios, había una jaula de vidrio. Los pájaros,
todos distintos, dormían quietos de frío. Pronto cantarían, felizmente
convencidos de que su jaula es una selva enorme y oscura, que presiente
la luz del sol como las de verdad.
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